Una vez pasadas las fiestas, y como testigo directo que fui, es considerada de obligado cumplimiento la tarea de relatar todo lo acaecido la madrugada del 1 de enero de 2009, con todo lujo de detalles para todas aquellas personas que por una razón u otra no nos acompañaron en tan singular fecha. Y es por ello que aquí voy.
Parece que cuanto más planificas una cosa peor termina saliendo al final. Saca un plan en bruto directamente de tu cabeza, dale forma, pasa horas desarrollándolo, púlelo, no le dejes ni un fleco suelto, lidia con la gente y al final lo que resulta es un desastre. Esto casi siempre es así. Pero por fortuna no en el caso que nos ocupa.
Tras barajar muchas opciones, entre las que se encontraban ir a Sevilla o a esa novísima discoteca ZEN que todavía no sé ni dónde está, y ante las dificultades encontradas para llevar a cabo una cosa u otra, finalmente optamos por celebrar la fiesta en casa de Diego Heble.
La víspera de nochevieja nos abastecimos de todo cuanto íbamos a necesitar, es decir, de mucho alcohol, recipientes en los que beber el alcohol, unas cositas que servian para enfriar el alcohol que no me acuerdo cómo se llamaban y unas bolsas de patatas a modo de atrezo, para decorar la mesa. Para entrar más en detalle, compramos dos botellas de Vodka Caramelo, dos de Legendario y una de Barceló. Cinco botellas por cada seis bebedores. Ahí es nada.
Asistimos a la fiesta Yo (Vicente), Diego Heble, que era el anfitrión, Antonio Alcaide, Manuel Martín, Fran García, David Egea y su hermano Raúl. En total 7 personas, cantidad notablemente inferior a la del año pasado, cuando nos reunimos en casa de José Manuel creo que 11 criaturas.
La hora escogida fue la 1:00 am. Habíamos acordado reunirnos en El Salón. No obstante, yo me presenté en la fiesta una media hora antes. Tras recibir al resto de los invitados, recoger a uno rezagado (Fran García) y darnos el saludo de rigor mediante la trilladísima fórmula "- Feliz Año Nuevo - Igualmente" comenzamos la fiesta.
De las siguientes 5 horas poco puedo contar, porque poco es lo que recuerdo de ellas. Mucho alcohol, mucho hablar, muchos comentarios escatológicos... en fin... recordamos viejos tiempos, reflexionamos y debatimos educadamente sobre acontecimientos pasados y sobre cómo nos habían influido estos... Resultado: mucho buen rollo. Pese al, digamos excéntrico comportamiento de dos personas que habían bebido muchísimo y que en más de una ocasión pudo rozar la pesadez, todos disfrutaron de la noche al máximo porque esa era la predisposición que se habían traido de casa. Así debe ser siempre.
Cánticos hasta desgañitarnos, odas al "Jigor*", el ya clásico fragmento de "La Venganza de Don Mendo" y por fin el famosísimo pero hasta ahora nunca consumado "Vamos fulano, sal a bailar, que tu lo haces fenomenal", todo acompañado de una tanda chistes malos. Sé que mi hígado es mi amigo que me ama y me quiere, pero coño, es que donde esté una buena papalina... (por cierto, puede que mi páncreas dé mucho de que hablar próximamente. De momento no he dicho nada).
* Jigor: Bujero por donde mean las zagalas de ayer y hoy.
Y ya lo siguiente fue salir a la calle, a eso de las 5:30 si mal no recuerdo, y si mal no recuerdo, estaba tan mal que es muy posible que mal recuerde. Así que, más o menos. No es preciso ser excesivamente riguroso, siempre y cuando los acontecimientos sean contados en orden cronológico. Sigo. Una panda de borrachos caminaba bajo la lluvia en dirección a la zona de marcha. Una vez allí, y tras ser rechazados en varios sitios, intentamos entrar en El Caravana. Un portero se interpuso entre nosotros y la puerta. No nos dejaba pasar. Pero entonces, Fran García comenzó a hablar con él. Le dijo unas palabras, no sé cuáles, pero el gañán que nos impedia el paso se apartó dejándonos via libre.
Y aquí fue donde la noche llegó a su término, al menos para mi. Tras entrar en el conocido local y comprobar que estaba hasta los topes decidí salir fuera con Diego Heble con la esperanza de que los demás siguieran nuestro ejemplo. Allí charlábamos con unos que iban, con otros que venían... hasta que dieron las 7:30, momento en el que retornamos a nuestras casas. Había intención de hacer una última cosa: desayunar churros. Por desgracia, la churrería estaba cerrada. Así que, tras la despedida, el reloj dio las 8 de la mañana. Abrí la puerta de mi casa, subí y me metí en el catre.
Esto es todo lo que pasó. Una verdadera lástima ha sido no haber podido hacer este año la barbacoa, pero todo se andará. Aunque pueden pasar 14 años de aquí a que nos volvamos a reunir todos, estaré esperando el momento. El campo ya es otra historia, sobre todo de noche. Allí nunca puede faltar Pink Floyd, Iker Jiménez y aquella canción de un tal Albert Pla que decía:
Mi hermano pequeño no sabe nadar
la la la la, la la la la
lo empujo hasta el fondo y lo dejo morir
la la la la, la la la la
me vuelvo a la orilla junto a mi mamá
la la la la, la la la la...
En fin, una de las canciones más desagradables que he oido, pero que crea un clímax de acojone.
Espero que pronto nos volvamos a dar cita todos, cosa difícil pero no imposible si existe voluntad por parte de todos.
Dejad vuestros comentarios. Hasta la próxima entrada.